viernes, 24 de octubre de 2008

El Rostro Del Mal


Me levantare de las cenizas, después de un ritual espiritual, me veras como un ser renovado,
Poderoso, como el huracán que levanta la tierra con su andar pesado y ruidoso,
Suave y tirano como el mar, dueño de la mitad de este mundo.
Y nadie dentro de la oscuridad me poseerá, pues yo seré el dueño de mis caminos.

El olor de las almas perdidas en la morgue, nutren el aire del funeral,
De una poesía muerta de antemano, por quien la escribe,
Ya que el alma en decadencia, es sinónimo de una prisión mental,
Cuando la crudeza no se banca, a flor de piel.

Vos cobarde, el que no quiere ver y voltea su rostro para no leer,
El que hace ciego a su mundo, ciego vivirá toda su vida,
Careciendo del mas mínimo sentido y compasión, a las cosas rutinarias, que nos llena de vida,
Y mientras pasa el tiempo, tu olvido, me lleva a la extinción.

Pero como es natural en todos, planeo sobrevivir, por que algo en mi me exige no desaparecer,
Y que luche hasta el final, hasta que mi último aliento saque de mi boca, exclamando,
Un simple:-Ya entregue todo: y en una tierra seca, parecida a un desierto, con su sol ardiente,
Mi cuerpo extinto, caiga al suelo, donde pertenece.

El Mal tiene Rostro puro, deformado tras su mascara de acero,
Y en sus ojos solo se puede hacer una sola lectura, el odio,
Que carcome, la conciencia individual del alma destruida.

Tal vez, tengas razón, cuando la conclusión en tu mente se clave,
Como las estacas que crucificaron a Jesús,
De que mi corazón, estalla de ira y frustración, en sus horas más oscuras,
La verdad, del más allá, pierde ambición.

Vendrán generaciones llenas de lo más oscuro,
¿Cuando será el día, en que aprendamos a caminar?
¿Cuantos mas errores, hay que cometer?, ¿Cuanta impunidad hay que soportar?,
¿Quien detendrá, el motor que contamina?,

Que vicios tan innecesarios, opacan la vida del hombre.
Consume absolutamente todo, e insultan su inteligencia,
Pero esto es lo que somos, y al parecer, es hacia ahí, a donde vamos,
Y el mal sigue teniendo, la misma cara de siempre.

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